jueves, 7 de octubre de 2010

niña caprichosa.

Cuando somos adolescentes todos soñamos con una relación de cuento. Encontrar a una princesa e ir con ella hasta el fin del mundo. De hecho, la encuentras. Encuentras a esa princesa y claro, cómo no, te enamoras. Te enamoras tanto que se te cae la baba cuando la ves. Si hay mucha gente contigo, ella brilla, no eres capaz de quitarle el ojo de encima, y ella te pilla mirándola. Sonríe y tú tiemblas con esa primera sensación. Pero esa primera sensación se convierte en una segunda, en una tercera y así sucesivamente. Escuchas una canción y te recuerda a ella. Se la dedicas. Le gusta. Y tienes ganas de saltar de alegría. ¿Solo por una canción? Solo por una canción. Y llega la primera película con ella abrazada a ti. Te sientes genial, completo. Nervioso. El primer beso con ella. Seguramente si ahora lo piensas, si ahora lo recuerdas, te parecerá el beso más ridículo que has dado. Pero pensándolo mejor, fue uno de los mejores besos de tu vida. El primer beso con sentimiento, en el que besas con todo el amor que eres capaz de dar. No todos los besos son así. De hecho es muy difícil besar como besábamos antes. El segundo beso no tarda en llegar. Y el tercero, y el cuarto y el quinto y el sexto... Y, de alguna manera, se normaliza el hecho de besarla. Ya no es tan especial, con tanto amor. Pero sigue siendo la mejor sensación que recuerdo. Porque ella es especial, tiene ese algo que me vuelve loco.


Y lo peor, es que sé que si nos encontramos ahora, que si vienes, o si voy, o si nos chocamos por la calle dentro de 5 años, yo con trabajo y casa y perros y coche, tú con trabajo y casa y perros y coche, sé que nos seguiríamos comportando como dos adolescentes que no necesitan más que estar uno con el otro. Sé que diríamos frases como: "¿me quieres? " " Mira, ¿ves ese coche? Pues ida y vuelta mil veces. No, mejor un millón." Sé que un abrazo nos diría todo lo que necesitamos saber, que sintiéramos de todo mientras nos abrazamos y nunca querremos soltarnos por nada del mundo. Sé que te daría ese beso que en su día no te pude dar aunque me moría y me muero por hacerlo. Sé que aunque vayamos de duros y de orgullosos, y de cabezotas, nos queremos como nunca. Nos queremos como siempre. Quizás en un futuro lejano, dentro de 10 años, nos cruzaremos por la calle e inventaremos una historia sin final, ni abierto ni cerrado, comportándonos como adolescentes todos los días, besando con todo el amor que somos capaces de dar todos los días, queriéndonos ida y vuelta mil veces, no, un millón de veces, toda nuestra vida. O quizás todo esto nos sucede en un futuro no tan lejano. ¿Quién sabe? Yo no me resistiría.

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